23 de Julio de 1996. Juegos Olímpicos de Atlanta, en Estados Unidos.
Final de gimnasia deportiva por equipos, categoría femenina, en el Georgia
Dome. El espléndido equipo local -conocido como "las siete
magníficas"- se encuentra a un salto de potro, el último de la
competición, para lograr la medalla de Oro ante el siempre potente equipo ruso.
Pero Kerry Strug, la protagonista de ese último
salto, se tritura literalmente los ligamentos del tobillo izquierdo en su
primer intento. Una lesión apreciable en su cojera al salir de la tarima. Rota
por el dolor, dispone de 30 segundos para retirarse o repetir. "¡Puedes
hacerlo!", le anima su entrenador, el prestigioso Bela Karolyi, padre
adoptivo de la mítica Comanechi. Strug toma carrerilla, salta, vuela y
clava una caída, terrorífica para su pie y fabulosa para su país. 9,72 puntos
de premio, que suponen el Oro para el equipo de Estados Unidos. Todo,
gracias al sacrificio de una heroína de 18 años, que levanta a un recinto de
32.000 espectadores cuando recibe su medalla. Era un todo o nada. Perder o
ganar sufriendo.