miércoles, 27 de mayo de 2015
Agradecimiento con un Abrazo de Corazón a Corazón
Hoy decidí dar un paso al costado a una forma de vida que me ha aportado un montón en estos 2 años desde que comencé mi entrenamiento. Conocí gente extraordinaria, pase momentos inolvidables, pero por sobretodo me reencontré y potencié de una forma increíble.
Sin duda alguna me siento muy agradecido desde la invitación que me hicieron, justamente hace 2 años hasta la despedida el día de ayer. Como muchas saben esto no es un adiós, sino un freno para replantear muchas cosas.
Gracias de corazón a todos esos seres extraordinarios que conocí durante estos 2 años, con todos aquellos que lloré, reí, compartí mi vida y quienes siguen siendo parte de ella. Es momento de brillar en otros aspectos de mi vida.
Un abrazo de corazón a corazón a todos aquellos que me apoyaron en este proceso.
jueves, 21 de mayo de 2015
domingo, 17 de mayo de 2015
jueves, 14 de mayo de 2015
viernes, 8 de mayo de 2015
Una Preciosa Factura
Cierta tarde un pequeño se acercó a su madre, que preparaba la cena en la cocina, y le entregó una hoja de papel en la que había escrito algo. Después de secarse las manos y quitarse el delantal, ella leyó lo que decía la nota:
Cortar el césped del jardín...............$15.00
Limpiar mi cuarto esta semana ......... $5.00
Cuidar de mi hermano ..................... $5.00
Ir a la panadería ............................. $0.50
Sacar la basura toda la semana .........$2.50
Libreta con buenas calificaciones ......$50.00
Limpiar el patio ................................$5.00
TOTAL ADEUDADO ........................$83.00
Al terminar la lectura, la madre miró con seriedad al chico mientras él aguardaba expectante. Y sin decir palabra, ella tomó un lapicero y en el reverso de la misma hoja anotó:
Por llevarte nueve meses en mi vientre y darte la vida .........NADA
Por tantas noches de desvelos, curarte y orar por ti .............NADA
Por la alegría y el amor de nuestra familia ..........................NADA
Por el temor y las preocupaciones cuando enfermabas .........NADA
Por comida, ropa y educación ............................................NADA
Por tomar tu mano y darte apoyo .......................................NADA
Cuando el niño terminó de leer lo que ella había escrito, tenía los ojos llenos de lágrimas. La miró a los ojos y le dijo: —Te quiero, mamá.
Luego tomó el lapicero y escribió con letra muy grande en el papel: “TOTALMENTE PAGADO”.
¿Por qué reclamamos derechos que no concedemos a los padres? ¿No es muy clara la diferencia entre las “cosas” y el amor?
Cortar el césped del jardín...............$15.00
Limpiar mi cuarto esta semana ......... $5.00
Cuidar de mi hermano ..................... $5.00
Ir a la panadería ............................. $0.50
Sacar la basura toda la semana .........$2.50
Libreta con buenas calificaciones ......$50.00
Limpiar el patio ................................$5.00
TOTAL ADEUDADO ........................$83.00
Al terminar la lectura, la madre miró con seriedad al chico mientras él aguardaba expectante. Y sin decir palabra, ella tomó un lapicero y en el reverso de la misma hoja anotó:
Por llevarte nueve meses en mi vientre y darte la vida .........NADA
Por tantas noches de desvelos, curarte y orar por ti .............NADA
Por la alegría y el amor de nuestra familia ..........................NADA
Por el temor y las preocupaciones cuando enfermabas .........NADA
Por comida, ropa y educación ............................................NADA
Por tomar tu mano y darte apoyo .......................................NADA
Cuando el niño terminó de leer lo que ella había escrito, tenía los ojos llenos de lágrimas. La miró a los ojos y le dijo: —Te quiero, mamá.
Luego tomó el lapicero y escribió con letra muy grande en el papel: “TOTALMENTE PAGADO”.
¿Por qué reclamamos derechos que no concedemos a los padres? ¿No es muy clara la diferencia entre las “cosas” y el amor?
jueves, 7 de mayo de 2015
El Gusanito
Un gusanito iba caminando en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un duendecillo.
— ¿Hacia dónde te diriges? —le preguntó.
Sin dejar de caminar, el gusanito contestó:
—Tuve un sueño anoche: soñé que desde la cima de la gran montaña veía todo el valle. Me gustó lo que vi en el sueño, y he decidido realizarlo.
El duendecillo dijo, mientras lo veía alejarse:
— ¡Debes estar loco! ¿Cómo podrás llegar hasta aquel lugar? ¡Tú, una simple oruga! Para alguien tan pequeño como tú, una piedra será una montaña; un pequeño charco, el mar, y cualquier tronco, una barrera infranqueable.
Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó. De pronto se oyó la voz de un escarabajo:
—Amigo, ¿hacia dónde te diriges con tanto empeño?
El gusanito, jadeante, contestó:
—Tuve un sueño y deseo realizarlo: subiré esa montaña y desde ahí contemplaré todo el mundo.
El escarabajo soltó una carcajada y dijo:
—Ni yo, con estas patas tan grandes, intentaría una empresa así de ambiciosa —y se quedó riéndose, mientras la oruga continuaba su camino.
Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo desistir.
— ¡No lo lograrás jamás! —le dijeron.
Pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir. Agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió detenerse para construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar.
—Estaré mejor aquí —fue lo último que dijo, y murió.
Todos los animales del valle fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del valle: había construido como tumba un monumento a la insensatez. Ese duro refugio era digno de quien había muerto por querer realizar un sueño imposible.
Una mañana en la que el sol brillaba de manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto quedaron atónitos. La concha comenzó a quebrarse y aparecieron unos ojos y una antena que no podían pertenecer a la oruga muerta. Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: una espléndida mariposa.
No había nada que decir, pues todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la gran montaña y realizaría su sueño. El sueño por el que había vivido, había muerto y había vuelto a vivir.
Hemos sido creados para realizar nuestros sueños. Si vivimos por ellos, si intentamos alcanzarlos, si ponemos la vida y estamos seguros de que podemos, lo lograremos. Si dudamos, quizá necesitemos hacer un alto en el camino y experimentar un cambio radical en nuestras vidas.
miércoles, 6 de mayo de 2015
Ascender por Resultados
Juan trabajaba en una empresa hacía dos años. Era muy serio, dedicado y cumplidor de sus obligaciones. Llegaba puntual y estaba orgulloso de que no haber recibido nunca una amonestación.
Cierto día, buscó al gerente para hacerle un reclamo:
—Señor, trabajo en la empresa hace dos años con bastante esmero y estoy a gusto con mi puesto, pero siento que he sido dejado de lado. Mire, Fernando ingresó a un puesto igual al mío hace sólo seis meses y ya ha sido promovido a supervisor.
—¡Ajá! —contestó el gerente. Y mostrando cierta preocupación le dijo—: Mientras resolvemos esto quisiera pedirte que me ayudes con un problema. Quiero dar fruta para la sobremesa del almuerzo de hoy. Por favor, averigua si en la tienda de enfrente tienen frutas frescas.
Juan se esmeró en cumplir con el encargo y a los cinco minutos estaba de vuelta.
—Bien, ¿qué averiguaste?
—Señor, tienen naranjas para la venta.
—¿Y cuánto cuestan?
—¡Ah! No pregunté.
—Bien. ¿Viste si tenían suficientes naranjas para todo el personal?
—Tampoco pregunté eso.
—¿Hay alguna fruta que pueda sustituir la naranja?
—No lo se, señor, pero creo que...
—Bueno, siéntate un momento.
El gerente cogió el teléfono e hizo llamar a Fernando. Cuando se presentó, le dio las mismas instrucciones que a Juan, y en diez minutos estaba de vuelta. El gerente le preguntó:
—Bien, Fernando, ¿qué noticias me traes?
—Señor, tienen naranjas, las suficientes para atender a todo el persona], y si prefiere, tienen bananos, papayas, melones y mangos. La naranja está a 150 pesos el kilo; el banano, a 220 pesos la mano; el mango, a 90 pesos el kilo; la papaya y el melón, a 280 pesos el kilo. Me dicen que si la compra es por cantidades, nos darán un descuento de diez por ciento. Dejé separadas las naranjas, pero si usted escoge otra fruta debo regresar para confirmar el pedido.
—Muchas gracias, Fernando. Espera un momento.
Entonces se dirigió a Juan, que aún seguía allí:
—Juan, ¿qué me decías?
—Nada, señor... eso es todo. Con su permiso.
Hoy en día reclamamos empoderamiento. Es decir, que los jefes otorguen a sus subalternos la posibilidad de tomar decisiones y responsabilizarse por ellas. Pero, ¿están los empleados asumiendo esta función de manera proactiva y automotivada?
El potencial está en las personas. Son ellas quienes deben desarrollarlo y hacerlo conocer de los demás a través de hechos concretos.
Cierto día, buscó al gerente para hacerle un reclamo:
—Señor, trabajo en la empresa hace dos años con bastante esmero y estoy a gusto con mi puesto, pero siento que he sido dejado de lado. Mire, Fernando ingresó a un puesto igual al mío hace sólo seis meses y ya ha sido promovido a supervisor.
—¡Ajá! —contestó el gerente. Y mostrando cierta preocupación le dijo—: Mientras resolvemos esto quisiera pedirte que me ayudes con un problema. Quiero dar fruta para la sobremesa del almuerzo de hoy. Por favor, averigua si en la tienda de enfrente tienen frutas frescas.
Juan se esmeró en cumplir con el encargo y a los cinco minutos estaba de vuelta.
—Bien, ¿qué averiguaste?
—Señor, tienen naranjas para la venta.
—¿Y cuánto cuestan?
—¡Ah! No pregunté.
—Bien. ¿Viste si tenían suficientes naranjas para todo el personal?
—Tampoco pregunté eso.
—¿Hay alguna fruta que pueda sustituir la naranja?
—No lo se, señor, pero creo que...
—Bueno, siéntate un momento.
El gerente cogió el teléfono e hizo llamar a Fernando. Cuando se presentó, le dio las mismas instrucciones que a Juan, y en diez minutos estaba de vuelta. El gerente le preguntó:
—Bien, Fernando, ¿qué noticias me traes?
—Señor, tienen naranjas, las suficientes para atender a todo el persona], y si prefiere, tienen bananos, papayas, melones y mangos. La naranja está a 150 pesos el kilo; el banano, a 220 pesos la mano; el mango, a 90 pesos el kilo; la papaya y el melón, a 280 pesos el kilo. Me dicen que si la compra es por cantidades, nos darán un descuento de diez por ciento. Dejé separadas las naranjas, pero si usted escoge otra fruta debo regresar para confirmar el pedido.
—Muchas gracias, Fernando. Espera un momento.
Entonces se dirigió a Juan, que aún seguía allí:
—Juan, ¿qué me decías?
—Nada, señor... eso es todo. Con su permiso.
Hoy en día reclamamos empoderamiento. Es decir, que los jefes otorguen a sus subalternos la posibilidad de tomar decisiones y responsabilizarse por ellas. Pero, ¿están los empleados asumiendo esta función de manera proactiva y automotivada?
El potencial está en las personas. Son ellas quienes deben desarrollarlo y hacerlo conocer de los demás a través de hechos concretos.
martes, 5 de mayo de 2015
Lo tuyo y lo mío
Cuando la señora llegó a la estación, le informaron que su tren se retrasaría aproximadamente una hora. Un poco fastidiada, se compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua. Buscó un banco en el andén central y se sentó, preparada para la espera.
Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. De pronto, sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comer. La señora se molestó un poco; no quería ser grosera pero tampoco hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió mirando fijamente al joven.
Como respuesta, el joven tomó otra galleta y, mirando a la señora a los ojos, se la llevó a la boca. Ya enojada, ella cogió otra galleta y, con ostensibles señales de fastidio, se la comió mirándolo fijamente. El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora estaba cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, ella se dio cuenta de que sólo quedaba una galleta, y pensó: “No podrá ser tan caradura”, mientras miraba alternativamente al joven y al paquete. Con mucha calma el joven alargó la mano, tomó la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable, le ofreció la mitad a su compañera de banco.
— ¡Gracias! —dijo ella tomando con rudeza el trozo de galleta.
—De nada —contestó el joven sonriendo, mientras comía su mitad.
Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: “¡Qué insolente y mal educado! ¡Qué será de nuestro mundo!” De pronto sintió la boca reseca por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas intacto.
Cuántas veces nuestros prejuicios y decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a los demás y cometer graves equivocaciones. Cuántas veces la desconfianza, ya instalada en nosotros, hace que juguemos arbitrariamente a las personas y las situaciones, encasillándolas en ideas preconcebidas alejadas de la realidad. Por lo general nos inquietamos por eventos que no son reales y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca van a ocurrir.
Dice un viejo proverbio: “Peleando, juzgando antes de tiempo y alterándose no se consigue jamás lo suficiente; pero siendo justo, cediendo y observando a los demás con una simple cuota de serenidad, se consigue más de lo que se espera”.
Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. De pronto, sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comer. La señora se molestó un poco; no quería ser grosera pero tampoco hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió mirando fijamente al joven.
Como respuesta, el joven tomó otra galleta y, mirando a la señora a los ojos, se la llevó a la boca. Ya enojada, ella cogió otra galleta y, con ostensibles señales de fastidio, se la comió mirándolo fijamente. El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora estaba cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, ella se dio cuenta de que sólo quedaba una galleta, y pensó: “No podrá ser tan caradura”, mientras miraba alternativamente al joven y al paquete. Con mucha calma el joven alargó la mano, tomó la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable, le ofreció la mitad a su compañera de banco.
— ¡Gracias! —dijo ella tomando con rudeza el trozo de galleta.
—De nada —contestó el joven sonriendo, mientras comía su mitad.
Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: “¡Qué insolente y mal educado! ¡Qué será de nuestro mundo!” De pronto sintió la boca reseca por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas intacto.
Cuántas veces nuestros prejuicios y decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a los demás y cometer graves equivocaciones. Cuántas veces la desconfianza, ya instalada en nosotros, hace que juguemos arbitrariamente a las personas y las situaciones, encasillándolas en ideas preconcebidas alejadas de la realidad. Por lo general nos inquietamos por eventos que no son reales y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca van a ocurrir.
Dice un viejo proverbio: “Peleando, juzgando antes de tiempo y alterándose no se consigue jamás lo suficiente; pero siendo justo, cediendo y observando a los demás con una simple cuota de serenidad, se consigue más de lo que se espera”.
Las Tres Rejas
El joven discípulo de un filósofo sabio llegó a casa de este y le dijo:
—Maestro, un amigo suyo estuvo hablando de usted con malevolencia.
—¡Espera! —lo interrumpió el filósofo—. ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
—¿Las tres rejas?
—Sí. La primera es la reja de la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
—No; lo oí comentar a unos vecinos.
—Entonces al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Esto que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
—No, en realidad no. Al contrario...
— ¡Vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
—A decir verdad, no.
—Entonces —dijo el sabio sonriendo—, si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.
Cuántos malos ratos podríamos evitar si sometiéramos a esas tres rejas todo lo que decimos...
—Maestro, un amigo suyo estuvo hablando de usted con malevolencia.
—¡Espera! —lo interrumpió el filósofo—. ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
—¿Las tres rejas?
—Sí. La primera es la reja de la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
—No; lo oí comentar a unos vecinos.
—Entonces al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Esto que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
—No, en realidad no. Al contrario...
— ¡Vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
—A decir verdad, no.
—Entonces —dijo el sabio sonriendo—, si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.
Cuántos malos ratos podríamos evitar si sometiéramos a esas tres rejas todo lo que decimos...
lunes, 4 de mayo de 2015
"Hagakure" y el camino del samurái
Yamamoto Tsunetomo (1659-1719), tras haber servido durante muchos años como samurái , decidió contar todo aquello que aprendió a Tsuramoto Tashiro, uno de sus discípulos. El resultado de estas conversaciones fue el libro Hagakure (Oculto tras el follaje), que ha resistido el paso del tiempo y todavía hoy es un libro de actualidad.
Releyendo el texto, me di cuenta de que gran parte de las enseñanzas allí recogidas se pueden aplicar a nuestra vida diaria. Un samurái, como sabemos, era un guerrero con un código de conducta -conocido como bushido- basado en tres puntos importantes:
A. Disciplina. B. Ética. C. Coraje. Estos elementos debían estar presentes en cada una de las decisiones que tomamos. Así, al buscar un sentido a nuestra peregrinación sobre la faz de la Tierra, comprenderíamos que:
A. Solo es posible alcanzar un sueño cuando se tiene la voluntad necesaria para ello. No bastan el entusiasmo, la pasión y el deseo; hacen falta también fuerza y concentración.
B. Cuando vamos a la búsqueda de algo que de verdad tenga algún significado en nuestra existencia, no hay por qué herir o pisotear a los demás. Al contrario, cuanto más respetamos el camino ajeno, más aliados encontramos en el nuestro y más respeto recibimos a cambio.
C. Además de la disciplina y la ética, hay que entender que, a pesar del miedo, debemos seguir adelante. 'Coraje' no significa ausencia de valores, sino la capacidad de no dejarse paralizar por estos. Como ya dije en otras columnas, todos tenemos que morir un día.
Al tomar conciencia de ello, deberíamos entregarnos con mucha más alegría a la vida, haciendo esas cosas que siempre postergamos, respetando los preciosos minutos que pasan y no volverán jamás, desvelando y descubriendo horizontes que pueden ser interesantes o decepcionantes, pero que merecen al menos un poco de esfuerzo por nuestra parte.
Es normal que intentemos evitar la muerte. No solo es normal, sino también la actitud más saludable que podemos tener. Sin embargo, es una aberración negarla, ya que ser consciente de ella nos da mucho más valor. Si yo hubiese de morir hoy, ¿qué es lo que me gustaría hacer que nunca haya hecho? Este es mi pensamiento todas las mañanas. Aprendí, en el Camino de Santiago, que el 'ángel de la muerte' es mi mejor consejero. Yamamoto Tsunetomo dice en un momento dado a su discípulo: «Todos queremos vivir, y eso es absolutamente natural. No obstante, desde niños debemos también aprender a escoger nuestra mejor manera de morir. Si no lo hacemos, terminamos malgastando nuestros días como un perro que no busca más que cobijo y comida, entregando a cambio una lealtad ciega a su dueño que pueda justificar el techo y la comida. Eso no basta para hacer que nuestra vida tenga sentido».
De nada sirve intentar crear un mundo aparentemente seguro, y nada mejor para explicar esto que una pequeña historia de John O'Hara:
Un hombre va al mercado a comprar fruta cuando ve a su Muerte caminando entre la gente. Desesperado, vuelve corriendo a casa y le ruega a su amo que lo dispense ese día, ya que ha visto de cerca a su Muerte.
El amo deja que vuelva a su aldea, pero empieza a pensar que todo eso tal vez sea mentira. Decide ir al mercado y realmente ve a la Muerte de su siervo sentada en un banco. Le pregunta: -¿Qué estás haciendo aquí? ¡Mi siervo se ha asustado al verte, y por eso he tenido que dispensarlo hoy del trabajo! -Yo también me he sorprendido al verlo aquí -responde la Muerte-. Tengo una cita con él a las cinco de esta tarde en su aldea y, por lo visto, se me va a escapar.
El amo piensa en volver corriendo a casa y llamar a su siervo, pero es demasiado tarde. El destino se cumplirá exactamente como estaba escrito, sobre todo porque el hombre tuvo miedo de la Muerte e intentó huir de ella.
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